Con este texto fundacional inicio el sueño de la expresión a través de este blog el cual añoro se convierta en un foro donde la oratoria y José Martí, marquen la senda....
La mesa del orador es un
monte de flores…[1]
Así
de diversas y contrastantes, edificantes o destructivas son las posibilidades
del orador una vez empoderado del atril, el Apóstol hace visible en sus
consideraciones sobre el suceso sublime de orar, el absoluto conocimiento de causa
sobre este fenómeno y conciente de ello, se dispone entonces a dirigir el
concierto de la palabra.
Su
primera frase a la multitud: un saludo corto desprovisto de adornos infecundos,
que logra abrigar en una palabra el alma de un pueblo: Cubanos… el gentilicio que define y une un auditorio diverso suena
como el primer acorde de una sinfonía de oraciones, proposiciones, reflexiones,
enunciados, pensamientos de colores tan vivos que pueden ser visto desde la
multiplicidad intelectual de una muchedumbre que no aplaude atronadora e irracionalmente
seducida, sino que se estremece y vibra
al formar parte del convite de la razón propiciado por un orador cuya obra se
desborda de los dogmáticos esquemas de análisis de las producciones discursivas,
tanto clásicas como tradicionales empleados por las más diversas escuelas.
Para
la mayoría de estas instituciones: La didáctica enseña, la poética deleita y la
oratoria persuade, asumirlo así, literalmente, nos llevaría de la mano a la errónea
conclusión de que: persuadir, es el fin único y supremo de la oratoria, lograr
que las personas tomen decisiones y actúen con voluntad ciega en la dirección
que el orador traza. Cuales ratas tras la melodía de un flautista que irrespeta
preceptos Socráticos. En la historia de la humanidad estos flautistas pululan,
incluso son considerados grandes oradores, logran: Cantar como sirenas, gracias a esa intencional separación
de saberes tan posmodernista como criticada por hombres como: Morin o Freire.
Esta
idea inconsecuente se afianza en la oratoria pragmática y utilitarista que
estos tiempos nutren. Al detenernos un instante, a contemplar cualquiera de las partes de uno de
los tantos oleos hechos con palabras por
Martí sin razón de prueba que la sustente, esta tesis, se desvanece…