Malditos poetas,
desadviertan mis
manos,
ese es mi rezo.
Quiero clavarle en el
azul
a la ternura
una estaca de hastío
y el ulular de sus
alas me lo impide.
Perversos rapsodas,
traicionen la noche
esa es mi plegaria.
Quiero oír a los
miedos
ladrándole al sol
y el Julián de sus
espíritus
me ensordece.
Malévolos bardos,
deserten de las
quimeras
ese es mi ruego.
Siembro apatías y
silencios
y la lluvia de su
amor
me los marchita
malditos poetas.
Carlos Alberto Suárez
Arcos.
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