Con
una mescla de dolor y satisfacción, recibo en casa la serie televisiva “La Otra
guerra”. Igual amalgama de sentimientos me produce poder leer en el Granma los
artículos publicados los días 5 y 14 de abril a cargo de los periodistas
Leticia Martínez y Juan Antonio Borrego o la entrevista realizada al asesor del
LCB Luis Rodríguez Hernández, en el programa “Medio Día en TV” todos en favor
de la mencionada serie.
Coincido
plenamente con lo expresado en la parte superior de uno de estos artículos (“Lucha contra bandidos. Una proeza jamás
olvidada”) cuando expresa que el objetivo central de la serie: “La Otra Guerra” no es presentar los
crímenes, sino el drama de quienes vivieron en medio de las atrocidades. En mi
caso, como hermana de uno de aquellos tantos jóvenes que perdieron la vida en
las más cruentas formas; siento que este objetivo se alcanza porque este
producto televisivo refleja el drama de los que nos vimos envueltos en esta
guerra.
Esta
dolorosa experiencia de vida me hace reaccionar en favor de la propuesta
televisiva que hace “La otra guerra” y en contra de afirmaciones como las que
fueran hechas por el Nuevo Herald en relación a que la serie distorsiona la
verdad histórica o los criterios de algunas personas que se refieren al exceso
de crudeza de muchas de sus escenas.
A quienes
así piensan con toda honestidad les digo que en mi opinión, por despiadados que
puedan considerarse determinados pasajes, aún se está distante de poder plasmar
toda la crudeza y perversidad que tuvo el bandidismo en Cuba. La serie, es un
esfuerzo plenamente válido que al abordar esta lucha en su escenario principal la
sierra del Escambray, considero que tiene muy en cuenta el principio
comunicológico martiano que exige no abusar de las descripciones espantosas, ni
de la figura de los héroes y mártires para ganar adeptos e incitar al odio o al
rencor.
Por
ello pienso que les será muy útil a todos los que desconocen o quieren
desconocer qué hicieron los bandidos en otros escenarios del país como en Las
Tunas, leer el libro: “Bandidismo derrota de la CIA en Cuba” de los autores
Pedro Echeverry Vázquez y Santiago Gutiérrez.
Por
patéticos que puedan parecer los hechos que se narran en el serial televisivo
el texto que recomiendo ilustra con alto grado de fidelidad cuan desgarradores fueron,
para los protagonistas de esta historia, la lucha que hoy nos muestra la
otra guerra. Entre las páginas 327 y 331 se recogen los sucesos que
involucraron a varias familias tuneras entre las cuales está la mía. El relato
“La última batalla” narra los sucesos del 24 de mayo de 1965 en el cual perdieron sus
vidas heroicamente un grupo de jóvenes tuneros y holguineros al enfrentarse a
la banda de los criminales Gusberto Guerra y el Chino Figueredo.
Las
estribaciones del rio La Gallina en el municipio Manatí, vieron caer con valor
a Ramón Rodríguez Solarana, Felipe Gutiérrez López, Andrés Leiva Montaña,
Miguel Espósito González, Rigoberto Batista Chapman y mi hermano Alberto Arcos
Luque; un joven de 20 años, quien estando herido fue rematado con saña en el
suelo a bayonetazos privándole el bandido, además de la vida, el poder conocer
a su hijo que nacería 4 meses después.
Por aciago
que suelan parecer estos hechos la tragedia seria aún mayor pues al ser
trasladados los cadáveres de los jóvenes caídos en la acción se produce un
accidente ferroviario que le cuesta entonces la vida a dos combatientes más:
Erlan Raya Leiva y Félix Enrique Ávila.
Esta
realidad aquí contada en toda su real crudeza conduce a preguntarse: ¿Escenas
fuertes en la serie? ¡No! Considero que las escenas fuertes siguen estando aún
lejos de poder ser simbolizadas. Se repiten días tras día en la memoria de los
que vimos la madre de Rigoberto Batista Chapman vestirse de miliciana cuando le
entregaron su hijo muerto o al padre de Alberto Arcos, juntar a sus vástagos en
torno al féretro de su primogénito y convidarlos a jurar fidelidad eterna al
comandante Fidel Castro.
Sin
espacio para el odio infecundo que insulta la memoria de nuestros muertos considero
que la serie “La otra guerra” trasciende el puro entretenimiento, trae al
presente grandes dolores, dolores que no pueden quedar en silencio en el pasado,
que necesitan hoy dialogar con los jóvenes para el bien del mañana.
En
nombres de los que aunque quisiéramos no logramos olvidar, gracias a todos
cuantos han hecho posible la realización
y divulgación de esta serie que cumple bien el viejo adagio celta: A los
vivos no les conviene olvidar a sus muertos.
Estrella
Marina Arcos Luque.
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